Al principio fue el caos y después, gracias a dios, vino el cosmos. Y fue el mismo dios quien creó animales y plantas para que habitaran el mundo y le dieran vida. Y creó también al hombre.
Pero cuando vio dios que el hombre estaba más tranquilo que él, creó el mosquito.
Y sintió el hombre que el mosquito le molestaba. Entonces, creó la palmeta.
Dios vio que la palmeta era buena, y se compró una.
Vio el hombre empero que la palmeta era rentable, que podía ganar el pan sin trabajar la tierra. Y subió los precios.
Y como vio dios que la palmeta era cara la guardó para ocasiones especiales, y recién entonces notó el hombre que no le alcanzaría el tiempo para trabajar la tierra, ocuparse de los quehaceres del hogar y encima darle nombre a las cosas; y pidió a dios que el día tenga treinta horas.
Y sabiendo este que aquello aumentaría en un 25% su jornada laboral, quiso que existiera otro dios. Y le dijeron que no. Entonces, prefirió darle al hombre una compañera para que le ayude.
Y así el hombre puso nombre a las cosas. Le puso a la silla silla y al caballo caballo.
Y pensó él que las cosas eran muchas y anotó cada nombre en un cuaderno con su significado. Y creó el diccionario.
Y como Dios vio que el diccionario era bueno, quiso tener el suyo. Y separó las malas palabras de las buenas.
Y como viera la mujer que el hombre, empecinado en dar nombre a las cosas, no llevaba alimento al hogar, tuvo que comer del árbol prohibido. Entonces supo que estaban desnudos y fue corriendo a avisarse al hombre. Y se vistieron.
Dios los vio y se enojó. Y dijo al hombre: sufrirás y trabajarás mucho hasta que vuelvas a la tierra, porque del polvo vienes y en polvo te convertirás.
Y comprendió la mujer el sexo.
Comprendió en cambio el hombre la precariedad de su existencia. Y al no notar una diferencia esencial entre él y las demás entidades de la tierra, decidió que también merecía un nombre: se llamó a sí mismo Adán y a su compañera Eva. Y fue corriendo a contarle.
Y supo Eva entonces que Adán no había comprendido el sexo. Y le explicó.
Y vio dios que el sexo era sucio, que era chancho, incómodo, que disfrutaban en lugar de sufrir. Y los echó del Edén.
Y afuera tuvieron dos hijos idénticos que llamaron Caín y Abel, y para diferenciarlos educaron al uno mal y al otro bien.
Caín y Abel se pelearon. Y perdió Abel. Y fue creciendo con los años el mal sobre la tierra.
Y como dios vio que eso no era bueno, provocó un diluvio para extinguirlo. Y se fueron los mosquitos.
Salvado solo Noé de aquel gran diluvio y estando solo y aburrido en el mundo, comenzó a poner nombre a las cosas.
Y llamó a la silla gato y al caballo termo.
Y vio dios que Noé se equivocaba, y le regaló el diccionario.
Pero cuando vio dios que el hombre estaba más tranquilo que él, creó el mosquito.
Y sintió el hombre que el mosquito le molestaba. Entonces, creó la palmeta.
Dios vio que la palmeta era buena, y se compró una.
Vio el hombre empero que la palmeta era rentable, que podía ganar el pan sin trabajar la tierra. Y subió los precios.
Y como vio dios que la palmeta era cara la guardó para ocasiones especiales, y recién entonces notó el hombre que no le alcanzaría el tiempo para trabajar la tierra, ocuparse de los quehaceres del hogar y encima darle nombre a las cosas; y pidió a dios que el día tenga treinta horas.
Y sabiendo este que aquello aumentaría en un 25% su jornada laboral, quiso que existiera otro dios. Y le dijeron que no. Entonces, prefirió darle al hombre una compañera para que le ayude.
Y así el hombre puso nombre a las cosas. Le puso a la silla silla y al caballo caballo.
Y pensó él que las cosas eran muchas y anotó cada nombre en un cuaderno con su significado. Y creó el diccionario.
Y como Dios vio que el diccionario era bueno, quiso tener el suyo. Y separó las malas palabras de las buenas.
Y como viera la mujer que el hombre, empecinado en dar nombre a las cosas, no llevaba alimento al hogar, tuvo que comer del árbol prohibido. Entonces supo que estaban desnudos y fue corriendo a avisarse al hombre. Y se vistieron.
Dios los vio y se enojó. Y dijo al hombre: sufrirás y trabajarás mucho hasta que vuelvas a la tierra, porque del polvo vienes y en polvo te convertirás.
Y comprendió la mujer el sexo.
Comprendió en cambio el hombre la precariedad de su existencia. Y al no notar una diferencia esencial entre él y las demás entidades de la tierra, decidió que también merecía un nombre: se llamó a sí mismo Adán y a su compañera Eva. Y fue corriendo a contarle.
Y supo Eva entonces que Adán no había comprendido el sexo. Y le explicó.
Y vio dios que el sexo era sucio, que era chancho, incómodo, que disfrutaban en lugar de sufrir. Y los echó del Edén.
Y afuera tuvieron dos hijos idénticos que llamaron Caín y Abel, y para diferenciarlos educaron al uno mal y al otro bien.
Caín y Abel se pelearon. Y perdió Abel. Y fue creciendo con los años el mal sobre la tierra.
Y como dios vio que eso no era bueno, provocó un diluvio para extinguirlo. Y se fueron los mosquitos.
Salvado solo Noé de aquel gran diluvio y estando solo y aburrido en el mundo, comenzó a poner nombre a las cosas.
Y llamó a la silla gato y al caballo termo.
Y vio dios que Noé se equivocaba, y le regaló el diccionario.